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El caso sirio: cómo EEUU reescribió su política y el ejemplo para otros


Presidente Trump se reúne con el líder sirio Ahmed al-Sharaa en Riad, Arabia Saudí.
Presidente Trump se reúne con el líder sirio Ahmed al-Sharaa en Riad, Arabia Saudí.

En un movimiento inesperado, Estados Unidos ha iniciado un cambio radical en su política hacia Siria, levantando sanciones, restableciendo relaciones diplomáticas y apoyando a un nuevo liderazgo tras la salida de Bashar al-Asad.

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En un giro inesperado, tras más de una década de presión y aislamiento, Estados Unidos ha redefinido su relación con Siria.

En los últimos meses, la administración del presidente Donald Trump ha desmontado sanciones clave, restablecido el diálogo diplomático y hasta eliminado de su lista de organizaciones terroristas a un grupo que anteriormente había estado vinculado con al-Qaeda.

Todo esto ha ocurrido en respaldo a un nuevo liderazgo sirio, que sacó del poder en diciembre pasado al dictador Bashar al-Asad, por lo que Washington considera que existe una oportunidad para reiniciar las relaciones.

El cambio ha sido tan drástico como estratégico. El 14 de mayo de 2025, el presidente Trump se reunió en Riad con Ahmed al‑Sharaa, recientemente designado presidente interino de Siria.

En la capital de Arabia Saudita ocurrió, por primera vez en 25 años, el encuentro entre un mandatario estadounidense con su homólogo sirio.

Lo que siguió fue una rápida sucesión de decisiones que transformaron la postura de Estados Unidos frente a Damasco: el 30 de junio, Trump firmó una Orden Ejecutiva que puso fin a las sanciones contra Siria, con efecto inmediato desde el 1 de julio. La medida revocó seis órdenes anteriores, eliminó a cientos de personas y entidades de la lista de sanciones del Departamento del Tesoro, y abrió la puerta a una nueva etapa de relaciones comerciales y diplomáticas. Las sanciones impuestas por el legislativo de Estados Unidos (Ley César del 2019), que apuntan directamente a Bashar al-Asad y su círculo cercano, permanecen vigentes.

Para finales de mayo, una delegación estadounidense viajó a Damasco por primera vez desde 2012. La bandera de Estados Unidos volvió a ondear discretamente en el edificio de su antigua embajada y, aunque aún no se ha anunciado una reapertura formal, ya opera en el terreno un equipo de enlace diplomático.

Otro giro significativo ocurrió el lunes 7 de julio, cuando el Departamento de Estado retiró a Hay’at Tahrir al-Sham (HTS) de su lista de Organizaciones Terroristas Extranjeras. La medida fue justificada como parte del nuevo marco de cooperación con el gobierno de transición encabezado por Al‑Sharaa, bajo cuya autoridad opera ahora HTS.

(...)salida de fuerzas iraníes del territorio sirio y la limitación de las actividades de Hezbolá.

La aproximación de Washington no se basa en una motivación ideológica, sino en una decisión estratégica. Estados Unidos ve en Al‑Sharaa una figura aceptable: tecnócrata, sin pasado represivo, alejado del legado de Asad. Para la administración Trump, el líder sirio representa una alternativa viable para estabilizar el país sin tener que legitimar los crímenes del régimen anterior.

Pero la transformación no es solo interna. Uno de los objetivos centrales del nuevo enfoque es reducir la influencia de Irán en Siria. Según fuentes diplomáticas estadounidenses, Al‑Sharaa habría aceptado condiciones estrictas: la salida de fuerzas iraníes del territorio sirio y la limitación de las actividades de Hezbolá. A cambio, recibe alivio económico, reconocimiento internacional y respaldo político.

También se ha abierto la puerta a un paso aún más ambicioso: la integración de Siria en los Acuerdos de Abraham, el proceso de normalización diplomática con Israel que impulsó la administración Trump en su primer mandato. La posibilidad de que Siria se una a este marco era impensable hace apenas unos meses atrás, pero el tema ya se ha puesto sobre la mesa en las conversaciones bilaterales.

Todo esto forma parte de una estrategia más amplia para reposicionar a Estados Unidos como actor central en la región, tras años de protagonismo ruso e iraní en la zona. Esta vez, la Casa Blanca busca influir no mediante la intervención militar, sino mediante el incentivo económico y la presión diplomática.

La política también juega un papel importante. Para Trump, este movimiento se enmarca dentro de su narrativa de gobierno: resultados concretos, acuerdos pragmáticos y rechazo a las “guerras eternas”. El giro en Siria le permite presentar una victoria diplomática sin desplegar tropas, al tiempo que refuerza su imagen de negociador firme y estratégico.

Un acercamiento similar por parte de Estados Unidos solo sería posible si se produce un cambio real de régimen...

El caso sirio podría convertirse, además, en un modelo para otras naciones que viven en el margen del sistema internacional. Gobiernos actualmente sancionados o aislados —como Venezuela, Cuba, Irán o Myanmar— observarán con atención esta transformación y considerarán si vale la pena reorientar su política interna y externa en busca de reintegración y legitimidad.

Sin embargo, en todos esos casos, un acercamiento similar por parte de Estados Unidos solo sería posible si se produce un cambio real de régimen.

La apertura política, el respeto a los derechos humanos y el compromiso con reformas institucionales son condiciones indispensables para iniciar un proceso de normalización diplomática como el que hoy experimenta Siria.

El país árabe ha pasado de ser un paria diplomático a un socio potencial. Estados Unidos, por su parte, ha optado por el compromiso, confiando en que la apertura política, la cooperación internacional y la presión selectiva puedan transformar no solo un país devastado por la guerra, sino también el equilibrio de poder en toda la región.

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    Alvaro Alba

    Álvaro Alba. Subdirector de la Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB). Historiador y periodista especializado en temas de Europa del Este y la ex Unión Soviética. Máster en Historia por la Universidad Estatal de Odesa, Ucrania. Premio Emmy 2017 (Emmy Award) en la categoría de Documental Histórico y Premio David Burke a la excelencia periodística de USAGM (2020). Desde 1998 trabaja en OCB. Es frecuente panelista en programas de radio y televisión sobre esos temas. 

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